La aparición de San Miguel Arcángel en Gargano, Italia 8 Mayo

 

La aparición de San Miguel Arcángel en Gargano,


San Miguel Arcángel, general de la milicia celestial, el primero de los bienaventurados espíritus que asisten continuamente al trono de Dios, y componen el coro octavo en la jerarquía del Cielo, siempre fue venerado en la Iglesia de Dios como el protector especial de los cristianos, del mismo modo que antes de fundarse el Cristianismo lo había sido del pueblo judío.


Aquel Ángel que el Señor envió al profeta Daniel para informarle del tiempo preciso en que había de nacer el Mesías, y para instruirle en otros grandes misterios de la religión, hablando con él de lo que al fin de los tiempos había de suceder para probar la fidelidad de los escogidos de Dios, le dijo que entonces se levantaría el gran príncipe Miguel, protector de los hijos del pueblo del Señor. (Dan.12)

Habiendo, pues, señalado Dios por protector de su Iglesia, al mismo que lo había sido de la sinagoga, quiso manifestar a los fieles con señales sensibles cuánto valía esta protección, y por medio de diferentes apariciones del Arcángel San Miguel moverlos a que le profesasen la más tierna devoción, y a que le rindiesen el más solemne y más religioso culto.


De todas las apariciones de San Miguel, la más célebre es la que se hizo en el Monte Gárgano, llamado hoy Monte del Santo Ángel, en la provincia Capitanata del reino de Nápoles.


PRIMERA APARICIÓN DE SAN MIGUEL SOBRE EL MONTE GARGANO, 8 DE MAYO DEL AÑO 490


Poderosa y majestuosa se eleva hacia el cielo luminoso la cima rocosa del Monte Gargano, dominado con soberbia las colinas que le rodean. A sus pies ondea el Mar Adriático, con su inmensa belleza azul.  Hasta el siglo quinto, la cima estaba recubierta de un bosque tupido e ignorada por todo el mundo. Pero en el año 490 nació la aurora de su inmortal gloria, Su fama sobrepasó los confines de Italia, resonó en todo el mundo y comenzó a atraer a sí Papas, Emperadores, Príncipes reinantes, nobles y pueblo de todas las naciones. 

¿Qué sucedió?

Leamos la narración original del antiguo libro del “Liber pontificalis” de la Curia Romana.


Bajo el gobierno del Papa Felice y del Emperador Zeno, un día de aquel siglo tan lejano, a un noble y muy rico señor del Monte Gargano, que se llamaba también Gargano y era el propietario de aquella montaña, desapareció su toro más bello de grandeza superior. 

Después de tres días de búsqueda, decidió ir personalmente a buscarlo. Después de algunas horas de una búsqueda angustiosa, con gran estupor encontraron a la bestia de rodillas en la entrada de una caverna inaccesible. El patrón, viendo la imposibilidad de salvarlo, quiso matarlo con una flecha envenenada. Pero ante la maravilla de todos, la flecha regresó e hirió a quien la había lanzado. El patrón cayó sangrando al suelo y los siervos asustados lo fajaron de prisa y lo llevaron a su casa en Siponto, que actualmente es una fracción de Manfredonia.


La noticia de lo ocurrido se divulgó rápidamente en el pueblo y se convirtió en el único objeto de las conversaciones. Bajo la impresión de este extraño hecho, todos fueron a visitar al Obispo San Lorenzo Maiorano, primo del emperador Zanone, para consultarle.


El Santo Obispo, después de una breve reflexión, ordenó que toda la población haga ayuno y oraciones durante tres días, para encontrar gracia ante Dios y para conocer el significado de dicho prodigio. Al alba del tercer día, que fue precisamente el 8 mayo del año 490, el santo prelado, sumergido en su oración nocturna, de repente vio ante sí a un Ángel más esplendoroso que el Sol que iluminó el ambiente y le dijo:


“Yo soy el Arcángel Miguel, que continuamente está la presencia de Dios. Deseando que este lugar se venere en toda la tierra y sea privilegiado, quise probar con ese acontecimiento insólito, que todo lo que se obra en este lugar, sucede por Voluntad Divina. Es Dios que me ha constituido PROTECTOR y DEFENSOR de este lugar”.

A la mañana siguiente el Obispo comunicó el celestial mensaje a los habitantes de Siponto. El pueblo, lleno de alegría y de gratitud por dicha aparición, bajo la guía de San Lorenzo Maiorano se encaminó en una devota procesión hacia la cima del Gargano para venerar la caverna milagrosa. Cuando regresaron a Siponto veían con alegría la prodigiosa curación del Señor Gargano y se congratulaban con él por el santo privilegio concedido por el Cielo, de tener en sus tierras el Palacio Real terrenal del Gran Príncipe San Miguel Arcángel.


El Santuario de San Miguel en el Monte Gargano se convirtió en una importante meta de peregrinación y contribuyó a la difusión de la devoción al Arcángel y tuvo ecos en otros lugares de la Cristiandad.


En Roma, por ejemplo, cien años después de la aparición en el Gargano, el papa San Gregorio I atajó la peste que se había declarado mediante la invocación de San Miguel, a quien había visto en lo alto del mausoleo de Adriano blandiendo una espada.

En la Edad Media el lugar se convirtió en fortaleza: el famoso e inexpugnable Castel Sant’Angelo. En el siglo VIII, el obispo de Avranches en Normandía hizo construir un santuario después de tener también por tres veces la visita de San Miguel. También fue escogido un promontorio: el que se alza frente a la costa normando-bretona y se convierte en isla debido al fenómeno de la pleamar, llevando el célebre nombre de Mont Saint-Michel, que alberga aun hoy una magnífica abadía con su imponente castillo.


El monte Gargano fue aún escenario de prodigios al aparecerse nuevamente el Arcángel para detener una terrible plaga desatada en 1656. Foco de gran espiritualidad, no es casual que en sus proximidades se erija el convento de San Giovanni Rotondo, donde se santificó el Padre Pío de Pietrelcina.

La gran sueca, Santa Brígida visitando la Gruta de San Miguel, en uno de sus éxtasis oyó el canto celestial de los Ángeles, el cual terminó con la dolorosa y profética visión de la decadencia de su culto.


Transcribo fielmente las palabras angélicas:

Bendito seas oh Señor

Por habernos creado como vuestros mensajeros

Y como apoyo del hombre

Del cual nos confiaste la custodia.

¡Hacia el hombre Tú nos enviaste

Sin ni siquiera privarnos de Vuestra Visión!

Haz visible la dignidad

Con la cual Tú nos has revestido

Para que se aprenda a tomar en cuenta nuestro ministerio:

¡aunque aquí, también hoy este Santuario declina

Y los del lugar parece que prefieren, en vez de nosotros, a los ángeles sin luz!.

Una aguda tristeza llenó el corazón de Santa Brígida que aumentó desmesuradamente cuando, apareciéndosele, Jesús, le dijo:

“Los ingratos se darán cuenta de la pérdida que hacen al olvidarse de los Ángeles, en la hora de la prueba”.



La misa del 8 de mayo en honor a la Aparición del Arcángel San miguel en el Monte Gargano es otra de las ilustres víctimas de la primera poda que sufrió el Misal Romano ya antes de las reformas posconciliares. El nuevo código de rúbricas de Juan XXIII la relegó al apartado de las misas pro aliquibus locis al igual que la misa de la Invención de la Cruz (3 de mayo) y la de San Juan ante Portam Latinam (6 de mayo), que abrían espléndidamente el mes de las flores. El motivo era la duplicación de fiestas de un mismo titular. El Arcángel San Miguel, en efecto, es conmemorado también el 29 de septiembre. Sin embargo, mientras esta fiesta recuerda también a todos los espíritus angélicos, la del 8 de mayo era peculiar del gran príncipe de las huestes celestiales.

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